Aunque los tres protagonistas masculinos de mi Serie Sintonías son hombres singulares, nunca he ocultado cuál de ellos me robó el corazón desde el principio.
Y no sólo ha robado el mío; desde que viera la luz la segunda de la serie, que lo tiene de protagonista, mi chico de ficción favorito se ha convertido en un auténtico coleccionista de corazones… ¿Por qué? Ah, por muchísimas razones que podría explicar con lujo de detalles, pero no tengo la menor intención de hacer.
En cambio, haré algo mejor.
¿Qué tal si te dejo «pispear» una de sus puestas en escena? Eso lo explicará mejor que mil palabras, te lo aseguro. Gusta la idea, ¿eh? Me lo imaginaba :-)
Te dejo, entonces, con este extracto de Primer amor.
¡Que tengas un San Valentín de película!
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Mark aparcó frente a casa de Shannon y cerró el contacto. Sabía muy bien que ella no iba a invitarlo a subir. Tan bien como sabía que él no debía sugerirlo, pero no quería irse. Le apetecía pegarse a su piel, meterse en su cuerpo, saborear cada centímetro de ella. Y a falta de eso, le apetecía su risa, su espontaneidad.
Hacía tantos años que nadie conseguía siquiera entretenerlo más de un par de horas, que cada minuto que pasaban juntos se le hacía más difícil dejarla. Sin darse cuenta, Shannon había sacado a la superficie de las emociones de Mark un deseo que, de tan intenso, acabó convirtiéndose en necesidad: la de encontrar esa mujer que lo complementara. Un deseo de cuya intensidad Mark solo fue consciente cuando la vio y supo que esa mujer, era ella. Cuatro meses después, la piel se lo pedía a gritos.
—Aunque casi ni yo puedo creérmelo, me lo he pasado genial. Gracias, Mark.
Su voz lo sacó de su ensimismamiento y cuando la miró, ella sonreía.
—¿Y por qué “casi no te lo crees”?
Shannon lo miró con picardía.
—No suelo esperar pasarlo bien con alguien que piensa que las mujeres de hoy día somos huecas por dentro…
—¿Habrá ayudado la paliza que me diste jugando a los dardos?
Shannon rió divertida. Le había dado un palizón.
—Habla en tu favor que no dijeras, como todos, que te dejaste ganar.
—No me dejé ganar —Mark se acomodó con la espalda contra la puerta del conductor—. Pero aunque fuera así, no te lo diría.
—¿Siempre eres tan caballero?
Ella lo miraba con su expresión de niña, un poco dulce, bastante desafiante. Y él se moría por quedarse, subir con ella, hacerle el amor. Pero había dicho que le daría el tiempo que necesitara para resolver lo que tuviera que resolver. Asintió con sus ojos claritos clavados en ella.
—Siempre.
Una sonrisa radiante apareció en la cara de Shannon, que asintió varias veces con la cabeza, y se volvió para apearse.
—No te muevas —pidió él, reteniéndola por un brazo. Ella lo miró interrogante. Lo vio indicarle con la mirada que se quedara sentada, luego apearse, dar la vuelta por delante del monóvolumen y abrir la puerta del acompañante.
Las veces que una escena parecida se había repetido entre ellos volvió a la mente de Shannon. Entonces, pensaba que él lo hacía para ponerla nerviosa. Ahora, empezaba a dudar que aquel hombre hiciera algo más que lo que le diera la gana en cada momento. Entonces, a ella le molestaba. Ahora, le encantaba.
Shannon sonrió a modo de agradecimiento, ambos caminaron hasta la puerta de su edificio.
—Quién le habría dicho a la cría de los pelos azules y la ropa punky que un día saldría con un caballero de la corte del rey Arturo… —comentó ella, risueña, y sacó las llaves del bolsillo de su abrigo. Mark se las cogió de la mano y abrió la puerta.
—Quién le habría dicho a esa cría que un día le encantaría salir con un caballero de la corte del rey Arturo —matizó él.
Le devolvió las llaves, rozando suavemente sus dedos con los de ella. A Shannon un cosquilleo muy agradable le recorrió el cuerpo. A él, un escalofrío. —Hoy lo voy a tener complicado —continuó él, suavemente—. No creo que acabe hasta las cinco o las seis. Y después quiero llevar a Patty y los críos por ahí, a pasear…
Shannon asintió. Mark probó suerte.
—¿Te apetece que nos veamos un rato sobre las once o así? Podríamos ir a bailar o donde quieras…
—Yo también tengo un día complicado. Nos hablamos y vemos ¿te parece?
No, no le parecía. Quería verla. Necesitaba saber que la vería.
—Vente a comer al rancho y luego, si puedes, te apuntas a la salida.
Era más que una sugerencia: un deseo expuesto al mejor estilo Mark Brady, con tanta dulzura como determinación que a ella le supo a caricia.
—Los sábados como con Cathy… —dijo ella, sonriendo.
—Tráetela.
Shannon se quedó mirándolo. Esas formas suyas empezaban a gustarle demasiado. Y su propia reticencia a rebelarse a tanta determinación, demasiado poco.
—Es una idea —se sorprendió diciendo, en vez del “ya veremos” que tenía pensado contestar.
Lo vio asentir sonriendo, ponerse las manos en los bolsillos y dar un paso atrás.
Era hora de irse, y se marchaba.
Shannon no pudo evitar pensar que irse sin al menos intentar quedarse, no era propio de un hombre en estos tiempos. Por más Mark Brady que fuera el hombre en cuestión. Las ganas de tentarlo fueron irreprimibles. Tantas como las que tenía de que la noche no acabara, de seguir con él, sintiendo lo que solamente él podía hacerle sentir, solo con mirarla.
—¿Ya te vas? —le preguntó suavemente sin perderse gesto.
Vio sus ojos claritos, brillantes, enfocar en ella durante una eternidad. Al final, lo vio asentir levemente, con una expresión dulce en la cara.
Shannon sonrió de oreja a oreja.
—Eres todo un personaje…—le dijo divertida—. La tentación de tentarte fue demasiado grande… Lo siento, no pude evitarlo.
Mark enarcó la ceja, burlón.
—Soy un hombre, Shannon. En el más amplio sentido de la palabra.
—¿Los “hombres en el más amplio sentido de la palabra” no se tientan?
Ella se apoyó contra el marco de la puerta de cristal, manteniéndola abierta con su cuerpo, y se dispuso a mirarlo a gusto mientras él avanzaba el paso que había retrocedido, y se detenía frente a ella. Lo vio apoyar una mano sobre el borde del marco, por encima de su cabeza.
Shannon miró de reojo el brazo descansando contra el marco, y luego a él, desafiante.
—Me tientas —admitió él, y dio otro paso hacia ella—. Toda tú.
A esa distancia, no solo su perfume masculino la rodeó. Podía sentir con intensidad, sensaciones vibrantes que no acertaba a decidir si eran solo suyas, o de los dos.
—Podría dejarme llevar —continuó él buscando su mirada—. Pero si solamente quisiera eso, lo podría haber hecho desde el principio ¿no te parece?
—Te freí a calabazas —susurró ella—. No tuviste ocasión.
Mark dio un paso más. Estaba tan cerca que ella tuvo que alzar la cabeza para mirarlo a los ojos.
—Si hubiera querido seducirte, lo habría hecho —le apartó un rulo rebelde de la mejilla; la punta de los dedos le rozaron la mejilla y ella se estremeció—. No quiero seducirte. Quiero enamorarte. Quiero que cuando me mires veas el hombre de tu vida. Que para ti, nunca nadie se compare conmigo. Y que dentro de ochenta años sigas sintiendo exactamente igual —otro estremecimiento la recorrió de la cabeza a los pies. Esta vez, sintió que él también se estremecía, y se esforzó por mantener la mirada—. Me tientas, Shannon. Y me importas, como ninguna mujer me importó en la vida. Por eso me voy.
Sus palabras, el tono de su voz, su dulzura… Todo lo que fluía de él, más allá de lo que comunicaba verbalmente, fue como un gran abrazo amoroso, de una intensidad tal que la dejó sin aliento. Cuando él, a modo de despedida, se acercó a besarle la frente, ella aún contenía la respiración.
Capítulo 13 (extracto).
© Patricia Sutherland.
Primer amor, la más romántica de la serie Sintonías.
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Nota: Para saber a qué viene que haya resaltado parte del texto en amarillo, echa un vistazo a ésto.