Novela romantica Princesa, una historia sobre el amor y la diferencia de edad.

Soy escritora. Lo mío son las palabras. Sin embargo, hoy no sabría describirte cómo me siento, pero te propongo un ejercicio: cierra los ojos y recupera la imagen del momento en que conseguiste algo realmente importante para ti. Siente la emoción, la alegría… esa increíble sensación de poder personal que nos confiere cada meta conseguida… ¿La tienes? ¿Sí?

Inigualable, ¿verdad? :) ¡Quiero más días como éste!

1 de abril de 2011. Día D. Ha llegado la hora…

 

 

Sitio Oficial

 

El amor y los tipos de personalidad en Revista Romantica’S Nº 11

En el último número de la Revista Romántica’S sale un artículo mío que aborda la cuestión de «¿por qué nos enamoramos de una persona y no de otra?». La personalidad del hombre o mujer que elijamos como compañero de viaje, determinará aspectos fundamentales de nuestra vida así que enamorarse ¿es puro azar, o por el contrario, existen factores inconscientes que nos acercan a determinado tipo de persona y nos alejan de otras? ¿Los opuestos se atraen?

Por si no la conoces, te indico que la Revista Romántica’S es la primera dedicada al género romántico en lengua castellana que se publica (digitalmente) en España. Va por su número 11, y además de ofrecerte muchísima información sobre novedades y la actualidad romántica española, es gratuita. Este mes viene surtida de entrevistas, reseñas y artículos súper interesantes. En el enlace que aparece más abajo puedes leerla online, o mejor aún ¡descargarla!

 

 

¿A quién amamos?
El amor y los tipos de personalidad.

 

¿Sabes esa frase que dice «los polos opuestos se atraen»? Pues, aunque a menudo la encontramos en la literatura aplicada a las relaciones entre dos personas -incluso puede que hasta yo misma la haya usado alguna vez-, nunca la acababa de ver claro. No conozco a ninguna pareja de opuestos que haya funcionado, y a título personal, siempre me he sentido atraída por lo similar; jamás por lo opuesto a mí… Así que, teniendo entre manos la creación de una novela como Princesa, cuyos protagonistas son tan diferentes, empezando por los once años de edad que los separan, el tema empezó a aguijonearme seriamente.

Total, que decidí investigar un poco. ¿Y sabes qué? Por lo visto, esa frase es cierta…

Al menos, parcialmente. Te cuento. [Sigue leyendo] (Avanza hasta la página 20, allí comienza el artículo).


Espero que sea de tu agrado.

Ah, por cierto, faltan 48 horas para que  Princesa vea la luz. Dos días.

Sólo dos eternos días :)

 

En abril, lluvias mil, otra privamera y… ¡Princesa!

Quedan tres semanas para mi día D.

 

Lo único que no cambia es el cambio. La vida es movimiento, de lo contrario, estaríamos muertos. Sin embargo, nos cuesta afrontar novedades, salir del confort. Hasta que llega el caos en forma de crisis existenciales.

 

Así empieza un artículo que Xavier Guix publicó en el número 1773 de El País Semanal, en septiembre de 2010. Lo re-descubrí mientras hacía «limpieza» en mis archivos, y me pareció tan a tono, no sólo con lo que creo, sino con lo que significa Princesa para mí, que al instante dejé lo que estaba haciendo y me puse a escribir este post.

Quédate tranquila, no he tenido ninguna crisis existencial, todo lo contrario. Princesa ha traído de la mano descubrimientos tan valiosos sobre lo que quiero y cómo lo quiero (me refiero, claro, al mundo editorial), que aunque escriba otras cien novelas más, ésta siempre será especial para mí.

Profesionalmente, mi vida nunca tuvo nada que ver con la literatura. Lo mío era gestionar, poner en marcha proyectos, ejecutar… Acción pura, en la realidad no en la ficción. Vengo del competitivo mundo de las multinacionales, con sus agendas trepidantes, sus estándares de servicio, sus sistemas que lo miden todo en minutos y segundos porque cada instante cuenta…

Y cuando decido publicar, entro en un mundo nuevo, totalmente desconocido para mí… Un mundo en el que, a modo de aperitivo, lo primero que aprendes es que el tiempo no tiene la menor importancia. Así que entras, asumes que vas de novata, abres las orejas y pones toda tu atención. Te estudias el librillo (de normas), procuras jugar según ellas. Esperas. Te buscas una agente literaria, tienes un montón de suerte y la encuentras. Sigues aplicándote el librillo. Sigues esperando…

Y un buen día te despiertas con una pregunta: «Oye, pero ¿tú no eres una persona de acción?». Y te quedas pasmada al darte cuenta de que, efectivamente, lo eres… Lo eras.

Lo soy :)

Princesa es mi retorno a la aventura, a la sorpresa, a probar cosas nuevas y ver qué tal resultan, a hacer las cosas según mi libreto, con mis tiempos y mis fórmulas… Princesa es mi regreso a la acción, en el más amplio sentido de la palabra. ¡Movimiento del bueno, para sacudirme la modorra y hacer que corra la adrenalina!

Quedan tres semanas y aún me guardo sorpresas en la manga que ya te iré contando. He ascendido un cielo desde mi último post sobre el tema; ahora estoy en el Octavo y sigo más feliz que una perdiz… Estreno traje nuevo y banner de cabecera en el blog, y he pensado que estaría bien recuperar otro de aquella serie de extractos de Princesa que publiqué hace varios meses, cuando aún no sabía cuántos momentos inolvidables me proporcionaría esta novela.

Con el te dejo, entonces, hasta mi próxima entrada. ¡Que lo disfrutes!

Princesa, Extracto 2

 

Sobre el séptimo cielo, gusanillos románticos y encuentros muy esperados.

El lunes pasado, 7 de febrero, acabó oficialmente el preestreno de Princesa y no tengo ningún problema en reconocer que sigo mirando el mundo desde el Séptimo Cielo. Es más, estoy convencida de que necesitaré unos cuantos días más para volver a poner los pies sobre la tierra como cualquier humano normal :)

Ha sido una experiencia tan a-lu-ci-nan-te… que, problemas técnicos aparte -que Blogger nos ha dado y más de lo que a priori preveíamos-, la repetiremos. Sin duda.

La recepción de Princesa por parte de las lectoras invitadas ha sido tan… espectacular que cada día que visitaba el panel de control para ver qué comentarios había esperando aprobación, indefectiblemente, me llevaba una sorpresa. Tendrás ocasión de verlos muy pronto cuando el minisitio esté enlazado a Jera Romance, y se abra el acceso.

Sin embargo, no todas las personas que navegan por internet gustan de participar activamente dejando su opinión en blogs o foros, y aunque había lectoras que sabíamos que nos seguían capítulo a capítulo -a través de los analizadores de tráfico especiales que añadimos al minisitio, y con los que también cuenta este blog-, no hemos conocido realmente su opinión hasta hace unos días, cuando completaron una encuesta sobre la novela… y ¡MENUDA SORPRESA! Todavía estoy en shock… Así que, sólo diré, a modo de anécdota, que hubo una lectora que a la pregunta «De 0 a 10 ¿cómo calificarías esta novela?, ¡respondió 11!

¡Madre mía, casi me caigo de la silla al verlo! :)

Con tanta emoción, no me acordé de que se acerca a pasos agigantados una fecha muy especial, San Valentín. Por suerte, mis compañeras de Jera Romance no se olvidan de alimentar el gusanillo romántico y lo han tenido bien presente: acaban de anunciar que… ¡vuelven las promociones especiales de Jera Romance! Encontrarás toda la información  en este enlace.

Pero, a pesar, de mi estado extático, cuento las horas que quedan para un encuentro que, estoy segura, no sólo yo espero con ansiedad:  el I Encuentro RA. ¡Ya casi estamos allí, a muy poquito de volver a abrazar a viejas amigas y conocer a otras nuevas! ¡Qué ganas!

Y hasta aquí mi entrada de hoy. Que tengas un fantástico San Valentín.

Ah, y si alguna de las encuestas sobre Princesa lleva tu firma, que sepas que eres responsable de mi ascenso al Séptimo Cielo. Conocer tu opinión sobre mi trabajo ha sido una GRAN emoción y una GRAN alegría. GRACIAS, desde el fondo de mi corazón.

Este maravilloso oficio de escribir… novela romántica

Acabé el 2010 repartiéndome entre dos actividades que adoro: pasar tiempo con la gente que quiero, y leer. Y empecé el 2011 haciendo algo que me vuelve loca: bailar hasta el amanecer (para más, en un sitio fantástico)… y ahora me siento feliz de retomar mi pasión «number one»: escribir.

Empiezan a apilarse los recortes a utilizar de base para nuevos textos, los enlaces de recursos online que explorar y compartir, los (posibles) argumentos de futuras novelas… y recupero esa sensación cómoda, tan familiar, que me indica que este es mi mundo. Vuelvo a ser Patricia, la escritora, y como me sucede desde hace años, ¡es una experiencia fenomenal!

A ésto se ha sumado el informe de «performance» de este blog durante el año pasado que he recibido de WordPress y que compartiré contigo más tarde. Aunque no dice nada que no supiera ya, me ha servido para detenerme, pensar en ello ¡y alegrarme! ¿No te sucede, a veces, que estás tan concentrada en lo que queda por hacer que pasas por alto disfrutar de lo que ya está hecho, de lo que has conseguido? Seguro que sí; es algo muy nuestro (de las chicas). 

Este principio de año, además, me está ofreciendo descubrimientos nuevos que han venido de la mano de aquella «idea loca» que tuve hace unos años y por fin pude poner en práctica el día de Navidad de 2010: hacer un «preestreno» de mi nueva novela, Princesa. Considero un privilegio que me leas -lo he dicho en más de una ocasión-, y recibo con sorpresa y agradecimiento los comentarios y correos de los visitantes. Pero lo que está sucediendo en el «pase privado» de Princesa es una novedad para mí, y me tiene completamente maravillada. De verdad que no salgo de mi asombro al comprobar qué agradecidas sois las lectoras del género, cómo os implicáis en lo que leéis y lo expresáis en vuestros comentarios. Cómo celebráis, y os afligís con los «quiebros» de las tramas, y os adueñáis de los personajes, haciendo que cobren vida más allá del papel… Pensar que yo quería haceros un regalo bien especial por Navidad ¡y resulta que el regalo me lo habéis hecho a mí! Estoy alucinando :)

Por eso este Domingo, cuando leía en la revista dominical de El País, el artículo  «Por qué escribo» de Jesús Ruiz Mantilla, no tuve ningún problema en elegir la respuesta con la que me identifico. Es de David Safier y dice así:

¿Se acuerda de cuando era niño y jugaba? ¿Inventando historias disparatadas con figuritas de indios, vaqueros o pitufos? ¿O simplemente imaginando en la bañera que era el capitán de un barco pirata que buscaba un tesoro en medio de la tormenta? ¿Se acuerda de cómo se sentía cuando jugaba con otros niños en la calle y vivían increíbles aventuras haciendo de exploradores, cazadores o agentes secretos, luchando contra dinosaurios, monstruos o supermalos que querían destruir la tierra con rayos mortales? Pues bien, todo eso es lo que yo hago todavía. Jugar con la imaginación. Cada día de mi vida. Y lo seguiré haciendo hasta que me muera. O me vuelva loco. Es lo que me gusta. Y por eso escribo. ¡Hay alguna otra cosa mejor!

Yo añadiría: «¡Hay alguna otra cosa mejor [que escribir romántica]!» :)

Princesa, un recordatorio y un bocadito para el gusanillo romántico

A poco más de dos semanas para que comience el «pase privado» de Princesa, creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que estoy de los nervios :)

Hace casi un año que publiqué los primeros extractos de esta novela romántica, y entonces, claro, no podía imaginar que pasarían tantos meses antes de que pudiera ver la luz. Como seguro imaginarás, se me ha hecho interminable. Pero bien está lo que bien acaba, y en este caso la alegría vale el doble porque a la satisfacción de plasmar en papel una historia que sólo vivía en mi mente, se suma la forma en que Princesa se dejará ver, de principio a fin, solamente ante treinta lectoras, como tú, a modo de regalo de Navidad. ¡Cómo disfruto con las sorpresas! Cada vez que lo pienso, mi sonrisa va de oreja a oreja…

Pero, como decía al principio, todavía quedan unos días para que  Jera Romance publique los dos primeros capítulos abiertos a lectura -y por tanto, para que yo pueda enlazarlos desde aquí-, así que hoy te traigo un recordatorio y un bocadito de Princesa para contentar al gusanillo romántico, ¿vale?

Primero, el recordatorio.

El enlace de inscripción para el «preestreno» de Princesa aparecerá en el próximo número del boletín de Jera Romance que sale el próximo sábado (11 de diciembre). ¡Todavía estás a tiempo de participar! Si no estás suscripta al boletín, puedes hacerlo aquí.

Y ahora, el bocadito :)

¡Que lo disfrutes!

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«…Londres le gustaba. Especialmente, tras un buen aguacero como el que había despertado aquella mañana, que la había obligado a posponer su sesión diaria de footing hasta bien entrada la mañana. Aquellos chaparrones limpiaban la atmósfera habitualmente cargada de la ciudad y llenaban el aire de aquel aroma tan refrescante… que casi se olvidaba del otro inconveniente inevitable… La ráfaga húmeda interrumpió los pensamientos de Tess, y añadió diminutos lunares color barro a su inmaculado conjunto rosa.
Casi se olvidaba, sí… Hasta que algún conductor desconsiderado le recordaba las desventajas del Londres lluvioso.
Y no se trataba de cualquier conductor, observó trás recuperarse de la sorpresiva ducha y ver que el vehículo -una moto roja que le era muy familiar- torcía a la derecha pocos metros más adelante, en la entrada de garaje de la casa de los Taylor, sin hacer el menor ademán de ofrecer una disculpa. Era como si no se hubiera percatado de que la había salpicado.
O como si no le importara…
—¿Pensando en las musarañas? —oyó que Dakota le decía cuando ella pasó frente a su casa. Lo escuchó perfectamente a pesar de que, como era habitual cuando salía a hacer deporte, llevaba su Ipod conectado.
Él se había quitado el casco, y continuaba sentado sobre la moto, acelerándola por momentos, y la seguía con una expresión en su mirada que dejó claro sus intenciones.
O como si lo hubiera hecho ex profeso, el muy canalla.
Tess se limitó a volver la vista al frente, y recorrer los escasos dos metros que la separaban de su casa. Entonces, ante la persistente mirada de Dakota que no la abandonó en ningún momento, ella abrió la portezuela roja y continuó camino por el sendero de laja.
El tejido elástico rosa se ajustaba a la figura femenina como un guante. La parte superior era como una camiseta con mangas muy cortas y un escote amplio, y la inferior del estilo de las bermudas de ciclista.
Estaba muy buena, concluyó Dakota tras una minuciosa inspección, que no le permitió calcular el tamaño real de sus delanteras -el body las achataba-, pero sí las cualidades de su trasero; macizo y respingón pedía a gritos un buen sobeo.
—Está chulo el conjuntito —volvió a decir él, en un intento de que ella dejara de morderse la lengua y lo enfrentara. Tess giró la cabeza y lo miró como por casualidad. Él le regaló una sonrisa ladeada, y añadió—: Muy tentador.
¿Tentador? Una carcajada estuvo a punto de delatarla, que consiguió reprimir en el último instante. No podía creer el descaro de la criatura. Aquello era inédito. Simple y llanamente, increíble.
Y además, continuaba mirándola desde su moto. Se había inclinado hacia adelante, y apoyado los codos sobre el manillar, como si hubiera decidido ponerse bien cómodo. Había desafío en su mirada, sí, pero también expectación. Él no sólo quería molestarla, quería que ella respondiera al desafío.
Pues, sería una expectativa vana.
Tess se encogió de hombros y se señaló el oído derecho -el que él podía ver-.
Dakota no tuvo ningún problema en reconocer el cable blanco del MP4.
Tampoco el inconfundible hormigueo que le recorrió la espalda cuando ella cerró la puerta tras de sí, ignorándolo completamente…»

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© Patricia Sutherland

Princesa: cuenta atrás para mi nueva novela romántica y una sorpresa.

Para las enamoradas de la novela romántica…

Una novela sobre el amor y la diferencia de edadMe encantan las sorpresas. Me encanta probar cosas nuevas, y como las ideas se me ocurren a muchísima mayor velocidad que mi capacidad para llevarlas a la práctica, desde hace años las apunto en un primoroso cuaderno de colorines (¡y las indexo! Ya, ya… Mi gusanillo documentador siempre puede conmigo).

Y hoy estoy felíz, no sólo porque a una de esas ideas, que indexé hace cerca de tres años, he podido ponerle el rótulo de «hecho», sino muy especialmente porque ya puedo compartirlo contigo.

En Jera Romance le hemos dado el nombre de «Preestreno» de Princesa, mi nueva novela romántica, y es exactamente lo que parece :)
Pero por si acaso a mí me parece más claro de lo que a ti te parece, aquí te dejo el enlace que lo anuncia (y lo aclara).

Ah, y si te animas a participar… ¡suerte!

Princesa, mi nueva novela romántica – Extracto 3

 

Como lo prometido es deuda, aquí tienes el tercer y último extracto de Princesa.

Con él, me despido hasta el año que viene, deseándote de corazón que tengas una Feliz Navidad, y un 2010 lleno de deseos cumplidos…
Y, por supuesto, mucho, mucho romance ;-)

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             —Hola, vecina ¿qué, haciendo footing?

Tess se detuvo y se volvió hacia la voz con resignación. Por alguna razón que no acababa de comprender, su pelilargo vecino, con el que no había coincidido ni una sola vez en diez años, ahora era una visión recurrente, como si formara parte del paisaje.

Ella se miró su propia indumentaria deportiva en un gesto ostensible.

Ya que la respuesta resulta obvia —dijo al fin con una expresión fingidamente interesada—, deduzco que en realidad no era una pregunta, ¿verdad?

Desde el suelo donde desmontaba una pieza metálica, Dakota soltó la carcajada. Se puso de pie, meneando la cabeza incapaz de creer que aquella mujer pudiera ser tan rebuscada y que a pesar de serlo, le resultara tan jodidamente atractiva, aunque eso era harina de otro costal, y se dirigió hacia ella, limpiándose la grasa de las manos con un trapo.

Deduces bien —dijo con una sonrisa cautivadora—. Se llama hablar por hablar y la gente vulgar lo hace todo el tiempo ¿por qué no pruebas, a ver qué tal?

Ella jamás hablaba por hablar ¿acaso tenía algún sentido?, lo que no creía, en absoluto, que la convirtiera en alguien especial. Y en circunstancias normales, se lo habría dicho sin ambages. Éstas, no lo eran.

Simplemente, porque Tess se había quedado atrapada en aquella sonrisa. En sus labios delgados, perfectamente delineados, que lucían húmedos y de un color rosado fuerte, como si llevaran carmín. Podrían ser unos labios de mujer, pensó. Pero no pertenecían a una mujer, y la media perilla apenas una franja corta y estrecha de pelo que nacía debajo de su labio inferior y le llegaba hasta el final de la barbilla, daba fe de ello.

Dakota la miraba sonriendo, entre expectante y divertido, y ella…

Tess era consciente de que él se estaba burlando, y lo hacía con descaro, pero su cerebro, era evidente, había decidido ignorar la burla y concentrarse en aquella boca que, inexplicablemente, encontraba… ¿apetecible?

Inglaterra, concluyó ella mirando a otra parte con una creciente sensación de bochorno, no le estaba sentando nada bien si podía encontrar algo “apetecible” en aquel niño descarado. Y cargó las tintas sobre la palabra “niño” en un intento de que su propio cerebro recordara que la criatura tenía tan solo veinticuatro años.

Sin embargo, Tess no consiguió apartar la mirada lo bastante rápido, que no pasó desapercibida a Dakota. Entonces, un relámpago, cargado hasta los topes de energía, atravesó al hombre de la media perilla, despejándole todas las dudas que tuviera al respecto: jugaría aquel juego. A pesar de que era la peor idea del mundo, jugaría aquel juego hasta el final.

Todo su lenguaje corporal se transformó en un segundo, pero Tess, ocupada en sus propios pensamientos, no se percató.

Corriente —dijo ella mientras quitaba una pelusa imaginaria de su top negro, poniendo fin al incómodo silencio.

Él frunció el ceño. —Corriente ¿qué?

Se dice gente corriente —aclaró Tess—. Es lo más apropiado en este caso.

La sonrisa apetecible volvió a hacer acto de presencia, aderezada con una pizca inocultable de desafío, anuncio de la carga de profundidad que él estaba a punto de lanzar.

Te gusto cantidad, ¿eh?

Ella alzó las cejas, sus ojos lo escrutaron como si todo él fuera un código cifrado.

Gustar era un concepto muy amplio, pensó Tess, y muy relativo; también le gustaban los mojitos y el tabaco, y hacía más de dos años que no probaba ni lo uno ni lo otro.

Ya lo creo —replicó ella, en tono de guasa, dispuesta a practicar aquel arte insólito de hablar por hablar, ya que él decía que era tan “vulgar”—. Aún no he decidido qué me gusta más de ti, si tu corte de pelo estilo Kurt Cobaine después de un mal viaje, o tus modales exquisitos. Especialmente, cuando bebes latas de gaseosa —hizo una pausa para mirarlo, altiva—. Pero no te apures, cuando lo decida te lo haré saber.

No esperaba enojarlo aunque, desde luego, le habría gustado, y efectivamente, no lo enojó. Al contrario, lo vio asentir repetidas veces con la cabeza sin perder la sonrisa, y Tess tuvo la sensación de que él continuaría con las puyas, pero no fue así.

¿Cuándo vuelves a Boston?

Me voy el sábado —replicó ella, preguntándose a qué se debía aquel inesperado cambio de tercio.

¿Tan pronto? La echaría de menos. Hacía siglos que lo más interesante que Dakota encontraba en la parcela vecina eran los tangas de la hija menor de los Gibb, secándose al sol.

Cuando había sol, claro.

Tres días no daban para muchas florituras con una mujer como aquella.

Vale. Entonces, nada de florituras. —Así que la cosa está entre mi pelo y mis modales —comentó él, divertido, al tiempo que le daba la espalda y se dirigía al interior del garaje.

A Tess le pareció que él volvía para ocuparse de su “princesa” de hierro, su moto, a la que siempre estaba limpiando y sacando brillo, pero en aquel momento Dakota se quitó la camiseta, y un instante después, cuando ella aún no había tenido tiempo de recuperarse de la sorpresa, él se llevó una mano al cabello, y lo liberó de la banda con que lo sujetaba en una coleta baja.

A continuación, se quedó tal como estaba, exhibiéndose con desparpajo, esperando pacientemente a que la medicina hiciera efecto.

Los ojos de Tess siguieron los trazos del dragón bicéfalo de dientes amenazadores, cuyas alas desplegadas rodeaban los hombros de Scott, como si estuvieran abrazándolo. Su sinuoso cuerpo, cubierto de escamas, zigzagueaba a lo largo del eje central de la espalda masculina, con una belleza transgresora propia de las obras de Don Ed Hardy.

Aquello era un festín visual en escala de azules, violetas y rojos, volcados sobre un lienzo excepcional.

Sin embargo, Hardy no podía haber sido el autor de aquel tatuaje. Entre otras razones porque ya se había retirado antes de que Scott naciera.

Y además, ni siquiera alguien con semejante sentido de la estética, habría podido concebir una visión tan fantástica como aquella voluptuosa cola dentada de dragón desapareciendo bajo la cintura de los calzoncillos, que asomaban, sugerentes, por encima de los tejanos.

 La sola idea de averiguar cómo sería el final del tatuaje la hizo suspirar. Entonces, Tess volvió a la realidad, roja de vergüenza, y Dakota, con una sonrisa radiante, se echó la prenda al hombro, dando por finalizado el espectáculo.

Acabo de hacerte más fácil la decisión ¿a qué sí? —dijo, mirándola de soslayo antes de atravesar la puerta que comunicaba el garaje con la vivienda—. Por si no nos vemos de nuevo, que tengas buen viaje.

Vaya, si lo había hecho.

Tess acababa de descubrir que le encantaban los dragones.

En especial, los de cola dentada.

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© Patricia Sutherland

 

Princesa, mi nueva novela romántica – Extracto 2

Aquí va otro fragmento romántico de mi nueva novela, en esta ocasión un poquito más sensual. Para compensar los fríos polares que azotan la península, ya sabes ;-)

Que lo disfrutes, y hasta la semana que viene.

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Tess echó un vistazo a su alrededor. Una de las tres chicas que ocupaban la mesa próxima, dejó de hablar al ver que ella las miraba, y entre risas y cuchicheos siguieron a lo que estaban tan pronto Tess apartó la vista. Se preguntarían qué hacía un “chico como él” con una “anciana como ella”, era evidente. Lo cual no hizo más que confirmarle sus propios pensamientos; no debía permanecer allí por más tiempo.

Escucha… —empezó a decir. Dakota alzó los ojos por encima de su vaso de café y la miró, haciendo que ella deseara que la tragara la tierra. ¿Qué estaba haciendo allí con aquel niño guapo que apenas acababa de cumplir los veinticuatro? ¿Acaso había perdido el juicio?—. Creo que esto no es una buena idea.

Y no acabó de decirlo, que ya estaba manoteando sus cosas para irse. Se habían encontrado por casualidad, era cierto, pero ella sabía perfectamente cuáles eran sus pretensiones, ya que él, en ningún momento, se había molestado en ocultarlas.

Lo mejor es que me vaya —añadió con decisión.

¿Qué no es una buena idea? —apuntó él, risueño, al tiempo que tiraba suavemente de su manga, instándola a que volviera a sentarse— ¿Esperar a que deje de diluviar mientras tomas café en un Starbucks?

Tess suspiró. Se sentó a regañadientes, pero no se quitó el abrigo porque no pensaba quedarse. No debía quedarse. Diría lo que tenía que decir, y luego se marcharía. Diluviara, o no.

Vivo en Boston, soy mucho mayor que tú, y mi hermana, que vive aquí y es de tu misma edad, está enamorada de ti.

¿Y…? —replicó él, de lo más fresco.

No seas cruel… —lo reprendió, como si se tratara de su hijo adolescente—. Y no te atrevas a tomar sus sentimientos a la ligera.

Él, sin embargo, lo tomó como solía tomarse todas las cosas; a broma.

¿Cruel? —dijo Dakota, aguantando la risa— Joder, deberían multarte por hablar así…

Pero a Tess no le hizo ninguna gracia. Se limitó a bajar la vista mientras esperaba que las carcajadas cesaran, cosa que no tardó en suceder.

A ver, ricura… —empezó a decir él con un tono no exento de cierta ternura—. Primero, paso de tu hermana, y segundo, estoy aquí contigo porque quiero…

Al ver que ella seguía con la vista baja, Dakota dejó la frase a medias. Extendió una mano y atrajo su barbilla, obligándola a mirarlo.

Ambos se estremecieron.

Y ambos intentaron ocultarlo a su manera: ella apartó la cara, evitando el contacto; él continuó hablando con su inseparable sonrisa burlona pegada en la suya:

Que yo sepa, no te he pedido nada. Solamente te he invitado a un café… Así que, no le busques la quinta pata al gato, ¿vale?

No lo has hecho, pero lo harás —sentenció Tess, y lo miró directamente a los ojos, ignorando el calor que le arrebolaba las mejillas.

Vaya.

Esto es poner la directa —pensó Dakota al tiempo que se recostaba contra el respaldo, alucinado—, y lo demás, son chorradas”.

La estudió un buen rato, en silencio, sin salir de su asombro. Desde la última vez que se habían visto, cuatro meses atrás, algo había cambiado en la forma en que se relacionaban. Esta conversación no tenía nada que ver con la “batalla dialéctica” que habían compartido en el verano a través de la valla que separaba los patios traseros de sus respectivas casas. Tampoco con el tono de los “consejos sentimentales” que le había ofrecido por email. Entonces, al recordarlo, él cayó en la cuenta de otro detalle. Tess le había asegurado que no volvería a Londres por Navidad, que no planeaba “disfrutar de otro jet lag” en mucho tiempo.

Pero era Navidad, y ella estaba en Londres. Tomándose un café con él, aunque dijera que era una mala idea.

El corazón de Dakota lo festejó con un redoble antes siquiera de que la pregunta acabara de tomar forma en su mente…

¿Había regresado por él, para volver a verlo?

Al primer redoble siguió otro, y otro más…

Y luego, una sucesión de estremecimientos, anunciándole que el número de revoluciones se acercaba peligrosamente al límite…

Y finalmente, una sonrisa incrédula… Cuando él se descubrió agradeciendo que aquel bendito lugar estuviera tan lleno de gente, y que ella, la mujer culpable de ponerlo como una moto, fuera alguien tan poco dado a los numeritos. De otra forma, el espectáculo estaría servido.

Sin embargo, cuando instantes después, Dakota volvió la vista hacia ella, él ya no sonreía. Lo vio incorporarse en la silla e inclinarse hacia adelante sobre la mesa, hasta que ambos estuvieron muy cerca. Tess arqueó las cejas en un gesto característico que solía poner cuando aquel niño impertinente decía algún sinsentido, o ella intuía que estaba a punto de hacerlo.

Pero mientras él permanecía en silencio, sus ojos se ocupaban de desnudarla, y ahora le devoraban los labios…

Dejando a Tess, literalmente, sin aire.

Dime una cosa, nena… —murmuró, al fin. Su mirada ardiente se desplazó de la boca femenina, a sus ojos— ¿tengo pinta de ser de los que lo piden?

Ella tardó en sobreponerse al devastador efecto de aquel avance inesperado.

Tardó en conseguir que su respiración volviera a la normalidad, y también en lograr que el cerebro fuera capaz de centrarse nuevamente.

Con la vista fija en la pajita con la que removía su Mocca Frapuccino, a salvo de la intensidad de aquella mirada que aún la hacía temblar, Tess se tomó su tiempo, sabiendo que recuperaría el control de sus emociones. Así había sido siempre: no había llegado tan lejos en su vida y en su profesión por ser alguien voluble, precisamente.

Y así continuaría siendo.

Lo harás, Scott —respondió cuando estuvo segura de que su voz sonaría firme y serena—. Y yo te diré que no. Porque vivo en Boston, soy mucho mayor que tú, y mi hermana está enamorada de ti… ¿Podrás soportarlo?

Ella se puso de pie y cogió sus cosas. —No tienes pinta de ser de los que soportan que una mujer les diga que no.

Tess se alejó sin que Dakota hiciera el menor ademán de detenerla.

Su mirada, en cambio, dominada por el fuego que aún ardía en su interior, la siguió hasta que ella abandonó el local y se mezcló con la multitud que atestaba la calle.

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© Patricia Sutherland

 

Nota del 13/03/2011:  esta entrada ha sido editada para actualizar el texto extractado de la novela, a la versión final de la misma.