Novela romántica: veinte años no son nada

Hace unos días, dando vueltas por internet, dí con un artículo titulado «La buena salud de la novela romántica». Era de El País, y la verdad, no me sorprendió; últimamente todo el mundo habla de este lucrativo género, aunque sea para decir las mismas cosas de siempre. Total, que hice clic y avancé por el texto rápidamente -sin fijarme en detalles- con el filtro anti-memeces activado, buscando aquella palabra, frase o concepto que despertara mi interés lo bastante como para darle una segunda leída más profunda al texto.

Sucedió por el segundo párrafo, cuando leí:

«…Acaso en el colino de la autocomplacencia admitimos que Gabriel García Márquez o Umberto Eco traspasan la frontera mítica de las ventas en el supermecado, o que el éxito de aquel autor novel que da bien en televisión y escribe sobre recuerdos de la provincia le garantiza una segunda edición. Y punto. Pero, como ocurre casi siempre, el punto está en otra parte, donde nuestros ojos ciegos de mirar ya no ven nada. Penny Jordan…»

¿Penny Jordan? (Casi me da miedo añadir lo que pensé a continuación) ¿Quién es Penny Jordan? Abrí otra pestaña e hice una búsqueda rápida en Autoras en la Sombra, pero no obtuve resultados, y esto sí que me resultó raro. ¿El País le dedica un artículo a una escritora de romántica que no aparece en la mejor base de datos en español sobre novela romántica? Raro, rarísimo.

~~*~~*~~*~~*~~*~~

bookcoverSi como me sucedió a mí, no te suena el nombre de Penny Jordan, aquí tienes unos enlaces acerca de esta súper prolífica escritora, incluido el de su página web oficial.

Wikipedia: Penny Jordan
Harlequin Iberica: Listado de libros disponibles de Penny Jordan
Jeques y Sultanes, Libros de Penny Jordan en UniversoRomance
Web Oficial de Penny Jordan

~~*~~*~~*~~*~~*~~

Como te imaginarás, volví al artículo en cuestión, y esta vez sí, comencé a leerlo detenidamente desde la primera línea y cuál no sería mi sorpresa cuando descubro que se trataba de una noticia de hace veinte años. Sí, según los señores de El País, la novela romántica gozaba de buena salud ya entonces. Aquí tienes el enlace.

Sin embargo, al menos, en novela romántica, veinte años no son nada.

O eso parece.

Con distintos nombres, y distintas cifras, la prensa no especializada continúa diciendo más o menos lo mismo:

  • que se trata de lectura de entretenimiento con un imprescindible final feliz, cuyo principal público es femenino y busca a través de ellas relajarse y evadirse de lo cotidiano,
  • que los protagonistas masculinos son siempre hombres perfectos (léase, «perfectamente irreales»),
  • y que en lengua castellana, España tiene en la desaparecida Corín Tellado, su representante romántica a nivel internacional.

Algo sí ha cambiado, y es que a diferencia de lo que dice el artículo en su párrafo final, las editoriales españolas muestran un claro interés por el género, y están apostando por escritoras en lengua castellana.

Me pregunto cómo estará el panorama dentro de otros veinte años. ¿El género seguirá siendo considerado literatura de segunda? ¿Alguien ocupará el trono que Corín Tellado dejó vacante, o internacionalmente continuará como punto obligado de referencia cuando se trata de novela romántica española?

¡Ay, quién tuviera una bola de cristal!

El muñeco de nieve, un relato romántico

Hoy ha salido el sol en mi comunidad y no me apetece referirme a páginas en blanco, ni a novela romántica. Hoy me siento romántica.

Así las cosas…

¿Qué tal si te dejo en compañía de una historia de amor?

¡Que la disfrutes! ;-)

~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~~

El muñeco de nieve

– I –

 

in_love_1     Marc aprovechó el movimiento de calzarle el gorro al muñeco de nieve para echar un vistazo al reloj disimuladamente. Al día siguiente a esa misma hora Sussy estaría de vuelta en la Mansión Halliwell, con papá y mamá.
     Y él, hecho polvo, con trescientos cincuenta días por delante hasta que ella regresara. Suponiendo que lo hiciera.
     —Vuelve conmigo —dijo Sussy dándole un tirón a su bufanda—. Te decía que la naríz está torcida y eso parece cualquier cosa menos una boca.
     Él sonrió resignado. Claro, tenía que ser perfecto. Capturar la esencia de una felicidad efímera y hacerla durar hasta que volvieran a ser felices durante otros quince días.
     Sólo que hacía tiempo que él no conseguía hacerla durar y últimamente hasta capturarla le resultaba difícil.
     Dos semanas no era suficiente. Para él, ya no. Quería más, necesitaba más.
     —¿Mejor así? —dijo Marc, y se restregó las manos para hacerlas entrar en calor.
     Sus trenzas estilo Heidi se sacudieron graciosamente cuando Sussy asintió varias veces, y una sonrisa le iluminó la cara.
     ¿Cómo podía estar tan contenta sabiendo que pronto volvería a haber siete mil kilómetros entre los dos?
     —Estamos listos, Annie. Dispara cuando quieras —dijo Sussy a su amiga, y se volvió hacia él—. ¿Patata o whisky?
     Marc no respondió, se limitó a sonreír a la cámara.
     Quizás después de todo, pensó, para Sussy él no fuera más que un capricho de niña de alta sociedad.

– II –

 

     Respiré hondo, dejé que el aire frío de la montaña me llenara los pulmones y miré alrededor. Saint Moritz tenía unas vistas hermosas y el día era perfecto, pero lo que hacía brillar aquel paisaje era Marc.
     Siempre había sido él, aunque mi padre pensara que yo me merecía algo mejor y mi madre perjurara que si me casaba con Marc, la mataría de un ataque al corazón.
     ¿Qué hombre podría ser mejor para mí que uno capaz de aceptar semejante tortura sin perder la sonrisa, sólo por verme feliz?
     A veces, cuando lo miraba así, abstraído en construir un muñeco de nieve inolvidable, pensaba que lo nuestro se reducía a eso; un instante de plenitud que sólo vivía en una fotografía de postal navideña. Pero ya no lo pienso.
     Aunque bien visto, aquel muñeco estaba resultando de los que mejor olvidar. Faltaba simetría y no iba a arreglarlo con un gorro. Intenté hacérselo notar pero la abstracción de Marc era profunda.
     —Vuelve conmigo —le dije, y tiré de su bufanda para que dejara de pensar en la despedida—. Te comentaba que la nariz está torcida y eso parece cualquier cosa menos una boca.
     Él, como siempre, sonrió.
     —¿Mejor así? —me preguntó frotándose las manos. A estas alturas debían estar heladas porque se había quitado los guantes de lana para que la nieve no los mojara.
     Mucho mejor. Cuando le puse mi bufanda alrededor del cuello, el muñeco me pareció ideal.
     —Estamos listos, Annie. Dispara cuando quieras —le dije a mi amiga. Y a Marc, lo que le decía siempre—. ¿Patata o whisky?
     Él solía elegir «whisky»; yo por llevarle la contraria, «patata».
     No respondió. Aunque su sonrisa preciosa continuó allí, su mente ya me acompañaba a tomar el avión.
     Yo me volví hacia la cámara con mi mejor sonrisa. Quería una foto perfecta para un momento que jamás olvidaríamos.
     Porque esta vez, yo no volvería a Boston.

– III –

 

     Esa fue la última vez que Sussy y yo nos fuimos a esquiar juntas a Saint Moritz. Recuerdo que aquel día ellos me parecían distintos. Sussy era una sonrisa con trenzas y lo de Marc… No sé, era demasiado silencio hasta para un suizo alemán.    
     Él fabricó el consabido muñeco de nieve que ponía fin a las dos únicas semanas al año que pasaban juntos. Ella le pidió que retocara la nariz y la boca que no habían quedado bien y cuando él lo hizo, Sussy se quitó la bufanda y la puso alrededor del cuello del muñeco. Los dos sonrieron a la cámara. Encuadré y disparé la misma foto que venía haciendo el mismo día de los últimos tres años.

     Entonces, no tenía la menor idea de que aquel ritual no volvería a repetirse.

     Al día siguiente los tres fuimos al aeropuerto, pero sólo yo volví a Boston. Sussy me dio la foto. «Quédatela, Annie, a mí ya no me hace falta» me dijo al despedirnos.

     Bendito sea el amor.

_______________

© Patricia Sutherland.

 

Sobre escritores, páginas en blanco y el síndrome burnout

empty_pageNormalmente no le habría prestado mayor atención a otro artículo relacionado con la famosa página en blanco del escritor, o con el síndrome de marras. Si alguna vez estuve bloqueada o quemada, la verdad, no me acuerdo así que lo más probable es que lo atribuyera a la falta de sueño o a los cambios bruscos de tiempo, y no le diera importancia. Pero me hizo gracia el título Cinco cosas a hacer cuando tienes el síndrome burnout del escritor. «¿Síndrome ‘estoy quemado’?», pensé, «Já, eso no existe en mi diccionario»… (1)

Y resultó que justamente así comenzaba el artículo. La autora, Bobbi Linkemer, es editora, coach literario y ghostwriter. Ha publicado 14 libros y tiene a la espalda cuarenta años de experiencia como escritora profesional. Desde su juventud ha sido una adicta a la escritura, una adicción de la que dice nunca se ha rehabilitado, y aun así, admite que se ha sentido «quemada, agotada y bloqueada» en varias ocasiones. Así que, por eso de que «cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar», decidí continuar leyendo.

Realmente, Bobbi ofrece una perspectiva algo diferente de lo habitual que he leído sobre el tema. El artículo estaba incluido entre varios de otros escritores, en una publicación electrónica y aunque lo he buscado en la web de la autora para poner el enlace, no he podido encontrarlo. Así que resumo (y comento) abajo los puntos centrales:

1. Nunca digas nunca: esto es aplicable a todas las cosas en la vida. Es la palabra que con toda seguridad te hará la zancadilla, ya que no es posible saber qué nos deparará la vida o de qué manera nos sentiremos cuando nos toque enfrentarnos a algo inesperado.

 «Nunca» y «siempre» son palabras que no me gustan. Las uso cuando escribo ficción por su carga dramática, pero en lo personal las encuentro demasiado definitivas. Ambas llevan implícita una rigidez antinatural con la que no consigo identificarme. La vida es cambio. Empezando por nosotros mismos, nada permanece inalterable. La supervivencia pasa necesariamente por la adaptación.

En el aspecto profesional el e-publishing nos ofrece un ejemplo claro. Hace seis o siete años publicar una obra electrónicamente se consideraba una opción de cuarta categoría, para muchos escritores ni siquiera eso. Era un «nunca» definitivo. Recuerdo perfectamente el revuelo que se organizó entre escritores de élite y público en general cuando en 2003 Cory Doctorow publicó una versión digital (de descarga gratuita, por supuesto) bajo licencia Creative Commons de su novela de ciencia ficción «In and Out the Magic Kingdom» al mismo tiempo que salía al mercado la versión impresa. De hecho, tengo en mis archivos un artículo de aquella época escrito por un editor norteamericano, en el que dice lisa y llanamente que publicar digitalmente, no es publicar. Tan solo seis años más tarde, el pasado 14 de octubre, el periódico El País abrió su sección de Cultura con este titular: «Francfort se rinde al libro electrónico». El subtítulo es así de taxativo: «El «e-book» ganará al soporte tradicional en 2018. Un 25% del negocio será digital en dos años. Los editores españoles toman posiciones».

«Nunca» ya está aquí, con todo lo que traerá aparejado en torno a los derechos de autor y las condiciones en que se venderán las obras digitales y cómo nos afectará.

2. Admítelo. Estás cansada. Estás harta de hacer lo que haces. Odias a tu jefe/editor/cliente. Estás desmotivada. Eres escritora y estás bloqueada […]. La cuestión es, no lo niegues ni forcejees con ello. Detente, y toma consciencia de lo que está sucediendo en tu interior. El cuerpo no miente, y si está haciendo un nudo contigo, existe una razón.

 No estoy harta de hacer lo que hago ni odio a mi jefe/editor/cliente, ni mucho menos, estoy desmotivada o bloqueada. Pero soy mujer, y como la mayoría de mis contemporáneas «me enchufo» por la mañana y «me desenchufo» por la noche, de modo que sí he sentido los efectos del cansancio y en mi caso, con admitirlo no fue suficiente. Mi problema es que me apasiona lo que hago, y me cuesta parar. Así que además de reconocer que mi cuerpo estaba pidiendo a gritos que rebajara la marcha, tuve que implementar algunas medidas de emergencia. Entre ellas, hay una que me está dando muy buenos resultados: he programado el escaneo del antivirus para que se lance a una hora determinada cada día. Consume tantos recursos del sistema, que si aún estoy dándole a las teclas cuando empieza, tengo que dejarlo sí o sí porque todo se vuelve irritantemente lento.

3. Que no cunda el pánico. Cuando te sientas quemada, cansada, que estás escribiendo de forma mecánica o que estás demasiado bloqueada para intentarlo siquiera -y alguna vez te sentirás de esta manera-, tómate un recreo […] Lee un libro, relájate frente a la televisión, pon tu CD favorito, limpia el suelo, arregla tu coche, haz yoga o taichi o karate. Haz cualquier cosa, menos escribir.

4. Sé consciente de que se te pasará. Aún eres una escritora, de hecho, una buena escritora. No has perdido tu talento ni la pasión por escribir […] Sé como los taoístas: deja que fluya. No te torturas tanto cuando tienes la gripe ¿por qué hacerlo con este malestar pasajero? Ponlo a cuenta de una fase temporal, y sigue adelante.

 Creo que 3. y 4. van de la mano. Muchos tendemos a pensar -especialmente, las mujeres- que el mundo -nuestro mundo- se derrumbará si no estamos ahí dando el callo, y asegurándonos de que todo marcha según lo previsto. La realidad, mal que nos pese :-), es bastante menos dramática. La clave está en concedernos el tiempo y el espacio suficiente para aprender a ver las cosas con la mayor perspectiva posible, y sin duda empezar por serenarse y tomar conciencia de que sea lo que sea, pasará, es un buen comienzo. Sí, ya sé, no me lo digas… ¡Jolines, cómo cuesta! 

5. Piensa en ello detenidamente. Si es serio, si es contínuo, si es doloroso y se resiste a irse, es posible que necesites hacer algo más al respecto que distraerte viendo una película o yendo a patinar. Es posible que necesites considerar detenidamente qué está sucediendo y si en verdad es hora de cambiar de actividad […].

 A veces idealizamos nuestros propios sueños sin darnos cuenta y sólo vemos de ellos lo positivo, lo atractivo. Una antigua amiga de mis padres soñaba con retirarse a vivir a las afueras de la ciudad, en una gran casa de campo. Había crecido en una pero por requisitos de su profesión acabó convertida en una urbanita con un piso pequeño del que no veía la hora de irse. Finalmente lo consiguió: cuando le llegó la hora del retiro, se construyó una preciosa casa de tres plantas en un pueblo tranquilo y allá que se fue. Hace algún tiempo hablé con ella por teléfono. «¿Qué tal tu casita?» le pregunté. «Si hubiera pensado en el trabajo que me daría mantenerla, le habría quitado dos plantas a mi sueño», me respondió ella con resignación.

La profesión de escritor, como todas, también tiene su lado inconveniente. La «página en blanco», las cartas de rechazo, la indiferencia con que a veces se trata un manuscrito en el que has invertido meses de trabajo, las (malas) críticas… son parte del territorio del escritor. Constituyen la otra cara del sueño de «publicar», una cara que puede llegar a convertir algo apasionante en una tortura si no se maneja adecuadamente. Como dice el refrán, «cuando coges el palo, coges las dos puntas».

Si quieres echar un vistazo a la web de esta escritora, está aquí.

Nota: ¡Lo encontré! La versión original del artículo es esta (en inglés).
 
(1) En parte es cierto que no constaba en mi base de datos :-) ¿Sabías que el síndrome burnout o lo que vulgarmente se conoce como «estar quemado» es, efectivamente, un síndrome con sus correspondientes síntomas psico-físicos perfectamente definidos? Yo acabo de enterarme. Más información sobre eso aquí.

Novela romántica en lengua española ¿la leen las aficionadas españolas al género?

 

Estaba echando un vistazo a la última lista de «Los más vendidos» (en romántica) publicada por Autoras en la Sombra, y al comprobar que los primeros diez títulos de las distintas librerías, incluídas las especializadas en novela romántica (The HeartMaker y Club Romántica), correspondían a autoras anglosajonas, caí en la cuenta de que no recuerdo haber visto nombres de autoras de habla hispana en estos listados que periódicamente las chicas de Autoras vienen ofreciendo desde hace un par de años; sólo el de Jezz Burning. No he podido verificarlo porque los archivos se actualizan con cada nuevo listado, pero en cualquier caso, me hizo reflexionar sobre una cuestión: ¿las aficionadas españolas del género compran novelas de autoras españolas? ¿O a la hora de elegir, prefieren escoger un nuevo título de una autora anglosajona, independientemente de si están familiarizadas con sus obras o no? Por supuesto, el término «españolas» lo uso para referirme genéricamente a lectoras y escritoras en lengua castellana.

Va a ser un año, con motivo de las Jornadas de Novela Romántica del año pasado, escribí en esta entrada, lo siguiente:

Las cosas están cambiando en el panorama de la novela romántica en castellano, pero no tan rápido como nos gustaría. Sin embargo, es lógico. El mercado continúa dominado por escritoras anglosajonas, lo que no sólo establece una pauta de lo que las lectoras del género en castellano están acostumbradas a leer, sino también de lo que las escritoras -primero lectoras del género- se sienten inclinadas a escribir. No hay que olvidar que para muchas aficionadas a la novela romántica, la búsqueda de evasión de lo cotidiano es un elemento importante a la hora de decantarse por la compra de un título, y en lo que vemos todos los días -situaciones, ambientes, personas- no solemos encontrar “magia” suficiente para proporcionar dicha evasión. Ésto es tan válido para unas como para otras. Sin ir más lejos, puedo ponerme de ejemplo: hasta el momento no he desarrollado ninguna historia romántica con personajes y ambientes latinos, y tampoco he leído ninguna. Pienso que aprender a ver el lado distinto a las cosas que nos son familiares es un proceso de reeducación de gustos y descubrimiento. Factible, desde luego, pero no inmediato.

En general, continúo pensando lo mismo, aunque once meses después de aquel comentario tengo que decir que sí he desarrollado una historia con un personaje latino -español-, ambientada en España, y que he leído algunas novelas románticas de autoras españolas. Una amiga me comentaba hace poco que compra cada nueva novela del género firmada por una escritora en lengua castellana que sale al mercado no sólo porque le gusta sino por «barrer para casa». Algo así como patriotismo romántico.

¿Y tú? ¿Lees novelas románticas de autoras españolas? Me gustaría conocer tu opinión. ¿Te animas? Puedes dejarme un comentario, o utilizar la mini escuesta que aparece más abajo, lo que prefieras.

Gracias ;-)