Normalmente no le habría prestado mayor atención a otro artículo relacionado con la famosa página en blanco del escritor, o con el síndrome de marras. Si alguna vez estuve bloqueada o quemada, la verdad, no me acuerdo así que lo más probable es que lo atribuyera a la falta de sueño o a los cambios bruscos de tiempo, y no le diera importancia. Pero me hizo gracia el título Cinco cosas a hacer cuando tienes el síndrome burnout del escritor. «¿Síndrome ‘estoy quemado’?», pensé, «Já, eso no existe en mi diccionario»… (1)
Y resultó que justamente así comenzaba el artículo. La autora, Bobbi Linkemer, es editora, coach literario y ghostwriter. Ha publicado 14 libros y tiene a la espalda cuarenta años de experiencia como escritora profesional. Desde su juventud ha sido una adicta a la escritura, una adicción de la que dice nunca se ha rehabilitado, y aun así, admite que se ha sentido «quemada, agotada y bloqueada» en varias ocasiones. Así que, por eso de que «cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar», decidí continuar leyendo.
Realmente, Bobbi ofrece una perspectiva algo diferente de lo habitual que he leído sobre el tema. El artículo estaba incluido entre varios de otros escritores, en una publicación electrónica y aunque lo he buscado en la web de la autora para poner el enlace, no he podido encontrarlo. Así que resumo (y comento) abajo los puntos centrales:
1. Nunca digas nunca: esto es aplicable a todas las cosas en la vida. Es la palabra que con toda seguridad te hará la zancadilla, ya que no es posible saber qué nos deparará la vida o de qué manera nos sentiremos cuando nos toque enfrentarnos a algo inesperado.
«Nunca» y «siempre» son palabras que no me gustan. Las uso cuando escribo ficción por su carga dramática, pero en lo personal las encuentro demasiado definitivas. Ambas llevan implícita una rigidez antinatural con la que no consigo identificarme. La vida es cambio. Empezando por nosotros mismos, nada permanece inalterable. La supervivencia pasa necesariamente por la adaptación.
En el aspecto profesional el e-publishing nos ofrece un ejemplo claro. Hace seis o siete años publicar una obra electrónicamente se consideraba una opción de cuarta categoría, para muchos escritores ni siquiera eso. Era un «nunca» definitivo. Recuerdo perfectamente el revuelo que se organizó entre escritores de élite y público en general cuando en 2003 Cory Doctorow publicó una versión digital (de descarga gratuita, por supuesto) bajo licencia Creative Commons de su novela de ciencia ficción «In and Out the Magic Kingdom» al mismo tiempo que salía al mercado la versión impresa. De hecho, tengo en mis archivos un artículo de aquella época escrito por un editor norteamericano, en el que dice lisa y llanamente que publicar digitalmente, no es publicar. Tan solo seis años más tarde, el pasado 14 de octubre, el periódico El País abrió su sección de Cultura con este titular: «Francfort se rinde al libro electrónico». El subtítulo es así de taxativo: «El «e-book» ganará al soporte tradicional en 2018. Un 25% del negocio será digital en dos años. Los editores españoles toman posiciones».
«Nunca» ya está aquí, con todo lo que traerá aparejado en torno a los derechos de autor y las condiciones en que se venderán las obras digitales y cómo nos afectará.
2. Admítelo. Estás cansada. Estás harta de hacer lo que haces. Odias a tu jefe/editor/cliente. Estás desmotivada. Eres escritora y estás bloqueada […]. La cuestión es, no lo niegues ni forcejees con ello. Detente, y toma consciencia de lo que está sucediendo en tu interior. El cuerpo no miente, y si está haciendo un nudo contigo, existe una razón.
No estoy harta de hacer lo que hago ni odio a mi jefe/editor/cliente, ni mucho menos, estoy desmotivada o bloqueada. Pero soy mujer, y como la mayoría de mis contemporáneas «me enchufo» por la mañana y «me desenchufo» por la noche, de modo que sí he sentido los efectos del cansancio y en mi caso, con admitirlo no fue suficiente. Mi problema es que me apasiona lo que hago, y me cuesta parar. Así que además de reconocer que mi cuerpo estaba pidiendo a gritos que rebajara la marcha, tuve que implementar algunas medidas de emergencia. Entre ellas, hay una que me está dando muy buenos resultados: he programado el escaneo del antivirus para que se lance a una hora determinada cada día. Consume tantos recursos del sistema, que si aún estoy dándole a las teclas cuando empieza, tengo que dejarlo sí o sí porque todo se vuelve irritantemente lento.
3. Que no cunda el pánico. Cuando te sientas quemada, cansada, que estás escribiendo de forma mecánica o que estás demasiado bloqueada para intentarlo siquiera -y alguna vez te sentirás de esta manera-, tómate un recreo […] Lee un libro, relájate frente a la televisión, pon tu CD favorito, limpia el suelo, arregla tu coche, haz yoga o taichi o karate. Haz cualquier cosa, menos escribir.
4. Sé consciente de que se te pasará. Aún eres una escritora, de hecho, una buena escritora. No has perdido tu talento ni la pasión por escribir […] Sé como los taoístas: deja que fluya. No te torturas tanto cuando tienes la gripe ¿por qué hacerlo con este malestar pasajero? Ponlo a cuenta de una fase temporal, y sigue adelante.
Creo que 3. y 4. van de la mano. Muchos tendemos a pensar -especialmente, las mujeres- que el mundo -nuestro mundo- se derrumbará si no estamos ahí dando el callo, y asegurándonos de que todo marcha según lo previsto. La realidad, mal que nos pese :-), es bastante menos dramática. La clave está en concedernos el tiempo y el espacio suficiente para aprender a ver las cosas con la mayor perspectiva posible, y sin duda empezar por serenarse y tomar conciencia de que sea lo que sea, pasará, es un buen comienzo. Sí, ya sé, no me lo digas… ¡Jolines, cómo cuesta!
5. Piensa en ello detenidamente. Si es serio, si es contínuo, si es doloroso y se resiste a irse, es posible que necesites hacer algo más al respecto que distraerte viendo una película o yendo a patinar. Es posible que necesites considerar detenidamente qué está sucediendo y si en verdad es hora de cambiar de actividad […].
A veces idealizamos nuestros propios sueños sin darnos cuenta y sólo vemos de ellos lo positivo, lo atractivo. Una antigua amiga de mis padres soñaba con retirarse a vivir a las afueras de la ciudad, en una gran casa de campo. Había crecido en una pero por requisitos de su profesión acabó convertida en una urbanita con un piso pequeño del que no veía la hora de irse. Finalmente lo consiguió: cuando le llegó la hora del retiro, se construyó una preciosa casa de tres plantas en un pueblo tranquilo y allá que se fue. Hace algún tiempo hablé con ella por teléfono. «¿Qué tal tu casita?» le pregunté. «Si hubiera pensado en el trabajo que me daría mantenerla, le habría quitado dos plantas a mi sueño», me respondió ella con resignación.
La profesión de escritor, como todas, también tiene su lado inconveniente. La «página en blanco», las cartas de rechazo, la indiferencia con que a veces se trata un manuscrito en el que has invertido meses de trabajo, las (malas) críticas… son parte del territorio del escritor. Constituyen la otra cara del sueño de «publicar», una cara que puede llegar a convertir algo apasionante en una tortura si no se maneja adecuadamente. Como dice el refrán, «cuando coges el palo, coges las dos puntas».
Si quieres echar un vistazo a la web de esta escritora, está aquí.
Nota: ¡Lo encontré! La versión original del artículo es esta (en inglés).
(1) En parte es cierto que no constaba en mi base de datos :-) ¿Sabías que el síndrome burnout o lo que vulgarmente se conoce como «estar quemado» es, efectivamente, un síndrome con sus correspondientes síntomas psico-físicos perfectamente definidos? Yo acabo de enterarme. Más información sobre eso aquí.
Excelente e interesantísima entrada, Patricia, como siempre.
Yo creo que en el momento del dolor, abulia, desfallecimiento,… en fin, ese proceso por el que todos los que nos dedicamos a escribir pasamos más de una vez, puede superarse o, al menos intentarlo, proponiéndonos pequeñas metas. Si nos bloquea la escritura de una novela, intentémoslo con un relato… corto, cortísimo, eso es lo de menos. El hecho de conseguir logros pequeños es una aliciente para retomar con ganas proyectos más ambiciosos.
Interesante lo que comentas, Olivia. Estoy contigo en lo de las pequeñas metas, y además me ha hecho caer en la cuenta de que hasta la fecha no he escrito ningún relato… ¡Menudo descubrimiento! ;-)
Gracias por tus amables palabras y tu nueva visita.
Yo creo que más que bloqueada me he sentido alguna vez desanimada, pero no lo suficiente como para tirar la toalla. A veces se te hace eterna la espera de una respuesta y como dices en el parráfo, ver que tratan con indiferencia tu manuscrito, o lo rechazan cuando has puesto todas las ganas, todo el esfuerzo y todos los sueños. Pero como ya dije en mi blog aludiendo a una canción de Rosana: «Sólo pueden contigo si te acabas rindiendo».
¡Hola de nuevo, Helena!
Entiendo a qué te refieres, pero a veces no puedo dejar de preguntarme ¿cuántas cartas de rechazo y cuánta «indiferencia» hacen falta para que un escritor asuma esos sucesos como gajes del oficio, y deje de sufrir?
«El dolor es inevitable. El sufrimiento es optativo». Su Santidad el XIV Dalai Lama, Tenzin Gyatso.
Gracias por compartir tus vivencias de esta apasionante aventura que es escribir :-)