Ha vendido siete millones y medio de copias de las tres primeras novelas de su serie Twilight, que ahora llega a la gran pantalla convertida en película, pero lo que seduce tanto a sus lectoras, no tiene nada que ver con las escenas de sexo explícito tan comunes en el género hoy en día ya que Stephanie Meyer, la autora de esta afamada serie de romance paranormal, es Mormón.
Sí, como lo lees. Sencillamente no quiere que sus personajes estrella, Bella y Edward tengan sexo premarital.
Teniendo en cuenta que la serie va dirigida a un público joven -adolescente y preadolescente- y que según estadísticas, en Estados Unidos casi el 50% de los chicos y chicas ya han mantenido relaciones sexuales antes de acabar la secundaria, es comprensible la «revolución» que esta serie está causando, no sólo entre los lectores juveniles, sino especialmente, entre sus padres. ¿Amor puro, en pleno 2008? Imagino que les parecerá increíble que una novela romántica abrace la idea de reservar esa parte de nosotros para compartirla con el ser especial que elegimos para casarnos (o equivalente) y formar una familia.
Los tres primeros títulos de su serie ya publicados al castellano son Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse. A esta última Autoras en la Sombra le concede nada menos que 5 estrellas de oro en la crítica, su máxima puntuación. La última de la serie, Breaking Dawn, se publicará en USA el próximo 2 de agosto, por lo que en unos meses podrás leerla en castellano.
Dejando a un lado las cuestiones de amor virginal y las razones en que se fundamenten, a mi el éxito de esta serie me parece una confirmación de que, especialmente en novela romántica, no es el sexo lo que vende. Las lectoras del género, incluso cuando eligen una novela de romance erótico, lo que buscan es disfrutar de una buena historia de amor.
Y como cada vez más autoras de romántica están demostrando, para contar una buena historia de amor la sensualidad es imprescindible pero el sexo explícito, no.
Puedes leer mis posts anteriores sobre este tema, aquí y aquí.