Novela romántica

Un héroe de novela romántica no haría eso.

Así se titula un artículo de la escritora romántica Teresa Medeiros publicado recientemente en la edición internacional de CNN. Al parecer los medios norteamericanos insisten en comparar dramas conyugales mediáticos como los protagonizados por Tiger Woods o Jesse James (ex marido de Sandra Bullock) con los conflictos típicos de los best seller románticos actuales, algo que ha molestado a lectoras y escritoras del género, y que Medeiros comienza rebatiendo con un título tan gráfico.

Efectivamente, el personaje romántico masculino principal -el protagonista- debe alcanzar una serie de valores morales determinados, y aunque al principio de la historia sea un desastre, al final debe mostrarnos su madera de héroe. «Jesse James y Tiger Woods no sobrevirían más allá de un párrafo en nuestras novelas, porque nuestras heroínas no los soportarían. Nuestras Bellas son mujeres fuertes con demasiada autoestima y respeto por sí mismas como para tolerar a un hombre que insiste en seguir siendo la Bestia en vez de permitir que el poder del amor verdadero lo convierta en Príncipe», dice Medeiros.

La infidelidad -especialmente, la que cursa con repetición- es un «no» clarísimo en literatura romántica, un tema delicado también en la ficción, y que hoy le dedique una entrada no tiene que ver con el artículo de Medeiros en sí, sino con algo que me permitió comprender.

Hace un par de meses decidí desempolvar una historia que escribí hace seis o siete años. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces, y desde el principio tuve claro que tendría que trabajarla mucho hasta quedar satisfecha con el resultado final, pero siempre me ha gustado el argumento que desarrolla, y es la única de cuantas he escrito que en un primer borrador superó las ciento setenta mil palabras -todo un novelón-. Y sí, roza (no lo toca de lleno) el resbaloso asunto de la infidelidad.

Bueno, tras «forcejear» durante semanas con el ritmo de la narración y reescribir capítulos enteros, algo seguía sin encajar y no acababa de ver qué era. Fue leyendo el artículo de Medeiros que se hizo la luz. El problema es que cuando el protagonista queda expuesto a una situación que deja (o podría dejar) sus sentimientos en entredicho, la historia tiene que permitirle ganarse el cielo, recomponer totalmente su imagen ante la lectora para acabar convertido en Príncipe.

Eso es lo que no encajaba; mi chico de ficción no se ha ganado el cielo lo bastante.  (¡Gracias, Teresa!)

Pero, tranquila que lo hará: como te imaginarás,  le tocará ganarse el cielo de varios planetas para que le dé el aprobado :-)

Si quieres leer el artículo completo de Teresa Medeiros, lo encuentras aquí.

 

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s