«Escribir no es una actividad del sector de servicios(1), porque escribir es un arte. Cuando me siento a escribir, no pienso en mis lectoras. Pienso en las palabras, en la historia, en los personajes, la forma en que todo esto se enlaza, en el por qué y en hacia dónde va esta bola dorada con sus hilos de oro desenmarañándose y volviendo a enredarse y confundiéndome y frustrándome y deleitándome. Adivinad qué, lectoras. No se trata de vosotras, en absoluto…»
Seguro que muchas escritoras piensan ésto, pero ¿cuántas se atreverían a decirlo de viva voz? Teniendo en cuenta lo importante que es la imagen de cara a la galería, sospecho que no serían muchas las que se liaran la manta a la cabeza.
Muchas, no, pero al menos una, sí; la autora de la frase que abre esta entrada. Me refiero, nada más y nada menos, que a Laura Kinsale.
Llegué a su web oficial como «trabajo de investigación» previo a la lectura de dos de sus novelas. Me gusta conocer un poco de los escritores, de cómo viven y lo que piensan, antes de sumergirme en su mundo literario. Y fue así, pinchando enlaces, que dí con este artículo. Originariamente fue un debate sobre el remanido tema de si los libros deben tener la consideración de obras de artes -como un cuadro, o una escultura-, o son simplemente productos, que acabó convertido, allá por marzo del 2006, en este post publicado por la autora en el blog de las SmartBitches. Con semejante frase de apertura, huelga decir que generó más de un centenar de comentarios…
Y sí así de contundente fue el inicio, ¿te imaginas cómo fue el final? Exacto; fue apoteósico.
Kinsale se expresa en esta entrada con tal pasión y tal sinceridad acerca de la magia de los libros, de leerlos, pero especialmente de «parirlos» como si fueran tus hijos, y lo que ocurre con ellos cuando salen «ahí fuera», que me da cierto reparo traducir sus palabras, pero lo intentaré al menos con el siguiente párrafo porque con los traductores online no se entiende bien. Dice más o menos así (cógete bien a la silla):
…Toda la tormenta y la furia de internet, y las lectoras y las críticas y las cifras de ventas, no son nada. [Lo que importa] no está allí fuera. Está aquí. Y si tengo que protegerlo de las lectoras, lo haré sin piedad. Puede que pensando que sois una panda de imbéciles parlanchinas que no tienen ni idea, sin ánimo de ofender. A mí me interesa tanto conocer vuestras diez millones de opiniones contradictorias como a vosotras os interesa oír mis desgracias personales…».
Ufff. ¿Por dónde empezar?
Es posible que las primeras historias que escribí en mi vida fueran pura creación espontánea, sujetas exclusivamente a los dictados de mi imaginación. Hablo de la época en que escribía sin reglas y ni siquiera se me cruzaba por la mente la idea de que otros ojos distintos de los míos vieran esas palabras. Las que escribo ahora se atienen a normas claras y están encuadradas dentro de un género con «especificaciones» muy definidas, y ni unas ni otras las he establecido yo. Si hay reglas ajenas que respetar, no es arte propiamente dicho. Y aunque es cierto que hay un espacio en el que habitan mis personajes y el mundo que he creado para ellos, que me pertenece y sólo yo puedo plasmar, también lo es que las reglas de juego condicionan de manera directa la forma en que lo plasmo. Pondré un ejemplo: mis historias de hace diez años contenían sensualidad, pero no escenas sexuales explícitas. Como lectora sigo pensando que, excepto en el romance erótico, no son necesarias; como escritora estoy convencida de que sugerir da mucho más juego que mostrar, pero hoy por hoy, en el género romántico es impensable que una novela no contenga escenas de sexo explícito. ¿Ves a qué me refiero?
Tampoco estoy muy de acuerdo con lo que dice acerca de la «tormenta y la furia de internet» pero hay que tener en cuenta que Kinsale se refiere al mercado editorial romántico norteamericano, donde competencia y críticas son feroces casi por igual. Es cierto que muchas veces echas en falta un poco más de empatía, incluso de respeto, pero luego ¿por qué las cosas en el mundo virtual iban a ser distintas que en el mundo real? Las críticas y el rechazo forman parte de la vida de todos, aunque a los escritores a veces pueda parecernos que se trata de un método de tortura especialmente diseñado para nosotros :-)
Realmente, no sé si es posible «protegerse» de eso, como propone Kinsale. Creo, más bien, que se trata de aprender a capitalizar las críticas: quedarnos con lo que consideremos que pueda sernos útil, obviar lo demás, y especialmente, no tomarlas de manera personal. Ahora bien, cuando son críticas personales -y sí, también las hay- y nos sentimos vulnerables y sólo podemos pensar en «protegernos», entonces, por favor, que la armadura sea de titanio y con doble recubrimiento de vaselina.
Desacuerdos al margen, este primer contacto con Laura Kinsale me ha impactado. Me ha impresionado su valentía, la elegancia con que desgrana las palabras, y la pasión que imprime en ellas. Si sus historias contienen sólo un diez por ciento de la fuerza que transmite en este artículo, se habrá ganado otra lectora fiel.
(1) Se refiere a la industria cultural (o de entretenimiento) que incluye a las editoriales.
Un tema muy interesante que me ha despertado unas enormes ganas de «dar la lata». Así que ahí va mi punto de vista.
No creo que atenerse a unas reglas ajenas impida que una creación sea considerada una obra de arte. En pintura, escultura o arquitectura consideramos artistas no sólo a los precursores, a los innovadores y a los revolucionarios, sino también a todos aquellos que trabajaron siguiendo las normas impuestas por escuelas artísticas, corrientes llegadas desde el extranjero o por el simple y caprichoso gusto de mecenas, benefactores o compradores.
No creo que la cuestión sea atenerse o no a las reglas que prefija un determinado género. Lo importante, al menos para mí, es ofrecer una visión personal, única y original aún respetando dichas normas.
De todos modos, lo que más me ha llamado la atención ha sido la sinceridad aplastante con que Laura Kinsale afirma que la opinión de los lectores no cuenta para nada en el proceso creativo. Me quito el sombrero. Creo que es la forma más inteligente (al menos para la salud mental del escritor) de enfrentarse a la valoración del público. Porque al fin y al cabo, la reacción de cada lector ante una misma novela depende de factores infinitos sobre los que el autor no tiene ningún control. Y además, ¿quién es capaz de idear y dar forma a una historia que satisfaga las espectativas de miles o millones de personas diferentes? ¿Quién podría escribir con semejante presión?
Una cosa es crear un producto para ser vendido y otra cosa es crear una obra de arte para ser disfrutada. En el primer caso primero es la demanda y luego la creación. En el segundo, la mejor opción de éxito es que el artista cree para sí mismo y después busque (o encuentre) el público al que emocionar.
Por cierto, si bien no soy una gran seguidora de Laura Kinsale, te recomiendo la lectura de Flores en la tormenta. Para mí una de las mejores novelas románticas que he tenido la fortuna de leer.
Un abrazo, Patricia
Pues, Laura, en lo que a mí respecta «da la lata» las veces que se te antoje. Me encanta el debate y disfruto muchísimo leyendo y respondiendo a los comentarios que me dejáis los que os acercáis hasta este rinconcito mío en el ciberespacio. Especialmente cuando me hacéis reflexionar :-)
Estoy contigo en que socialmente la consideración de obra de arte es muy amplia y engloba precursores y no precursores, pero luego está la opinión del creador frente a su trabajo, y hasta qué punto siente que lo crea libremente, o «comercia» con él. A esa perspectiva me refería en la entrada, y en mi caso es tan clara como el ejemplo que he puesto. ¿Puedo ofrecer una visión personal, única y original? Bueno, espero que sí. ¿Incluiría escenas explícitas si no fuera un requisito editorial del género? A menos que la trama lo requiriera -me refiero a una novela erótica o con altas dosis de erotismo por necesidades de la historia que quiero contar-, la respuesta es no. Las que yo considero mis «obras de arte» duermen su sueño eterno en mi garaje, existen sólo y exclusivamente para mi disfrute, y como no estoy dispuesta a cambiarles ni una coma, allí seguirán.
Sobre Kinsale, exploré su web a fondo y leí los cerca de cien comentarios que generó su entrada en el blog de las SmartBitches, entre los que también hay algunos suyos (no pudo resistirse a entrar en el debate) y realmente, me ha impresionado. Sin embargo, no creo que su obra sea tan independiente de las exigencias del mercado como quiere dar a entender en el artículo. Incluso en un post, ella misma admite que responder a la presión a la que la sometieron la fama y las exigencias editoriales acabó bloqueándola completamente, hasta el punto de ser incapaz de escribir durante bastante tiempo -habla de años-. Desde luego, esta mujer es todo un carácter.
Son dos las novelas que he seleccionado de ella, una es la que mencionas y la otra es Por el corazón de mi dama. Cruzo los dedos por una buena lectura, porque si te digo la verdad, el grosor del lomo de los dos libros tira pa’atrás :-)
Gracias por el buen rato, Laura. Otro abrazo para ti.