El gigante editorial Harlequin Enterprises Limited, anunció el pasado 17 de noviembre, la creación de Harlequin Horizons, una empresa de autopublicación para escritores de novela romántica y narrativa femenina, creada en asociación con Author Solutions, Inc. Tan solo siete días más tarde, la corporación elimina del nombre de la nueva división, toda mención a su conocida marca, y la cambia por DellArte Press.
En su comunicado original de prensa indicaban que aunque de todos los servicios relativos a la venta, marketing, publicación, y distribución de los libros se encargaría ASI, la empresa asociada, Harlequin seguiría los progresos de las ventas de los libros que se publicaran a través de la división (Harlequin Horizons) de cara a una posible selección para sus sellos tradicionales.
Los paquetes de publicación que ofrecían a los escritores a través de su web, continuán igual: van desde los $599 (básico) a los $ 1.599 (booksellers). Aunque, naturalmente, los servicios ofrecidos son variables, todos los paquetes incluyen el formateo digital para adecuarlo a los lectores Kindle (de Amazon) y Sony Reader.
La semana pasada, cuando me enteré, me pareció una buena noticia, especialmente teniendo en cuenta que en España tenemos a Harlequin Ibérica, pero a poco que indagué sobre el tema en internet resultó que la noticia no había sido bien recibida por escritores y lectores.
Quejas las había de todos los sabores, desde que Harlequin se había pasado al «Vanity Press» hasta acusaciones de «timo». No obstante, intentando centrar el tema, las principales objeciones eran:
1. Que prestando el nombre a libros autopublicados, se desprestigia la marca (Harlequin), y con ello a las autoras publicadas bajo los distintos sellos de la casa.
2. Que daba lugar a que escritoras nóveles -o no conocedoras del mundo editorial- vieran el proyecto como una forma de atraer la atención de Harlequin y ser publicadas por alguno de sus sellos.
3. Que eligir asociarse con otra empresa en un modelo de impresión bajo pedido era una forma de ir a la caza de escritoras crédulas.
Pero lo que dejó más claro la magnitud del efecto de esta jugada de Harlequin Enterprises en el entorno de la novela romántica norteamericana fue la posición que al respecto ha asumido la todopoderosa RWA (Romance Writers of America), la más importante de las agrupaciones de autoras románticas de Estados Unidos. Uno de los principales beneficios de que disfrutan sus miembros es su ya famosísima Conferencia Anual, durante la cual RWA asigna gratuitamente recursos especiales a editoriales que publican a la manera tradicional y que reúnen los requisitos necesarios para optar a dichos recursos. Naturalmente quedan excluídas las empresas de autopublicación y las denominadas «vanity press» que permiten a cualquier escritor publicar mediante la contratación de paquetes editoriales de distinto coste (generalmente, alto). Del comunicado oficial de RWA, resulta que el lanzamiento de Harlequin Horizons ha puesto a Harlequin Enterprises fuera de las condiciones requeridas para dicha elegibilidad, y por tanto, si desean tomar parte en la Conferencia Anual, lo harán pagando por la asistencia, el espacio, y la publicidad directa de sus obras en los catálogos de la RWA. Y no dicen, pero queda implícito, que por lo tanto, también quedan fuera de sus Premios.
La sensación con que me quedé es que esta decisión de Harlequin ha dolido por el lugar que ostenta entre las escritoras y lectoras del género en Estados Unidos, por su fama de «escuchar» a sus clientes (las lectoras) y darles lo que piden, lo que a su vez ha redundado en la oportunidad y el nivel de exposición que la empresa ha ofrecido a tantísimas autoras de novela romántica. Era como si se sintieran traicionadas.
Sin embargo, Harlequin no es la primera ni la única editorial que apuesta por este modelo de negocio. Otras editoriales importantes mantienen intereses económicos en el entorno de la autopublicación (o directamente, la llamada «vanity press») a través de alianzas -Random House/Xlibris, Amazon/CreateSpace, Barnes&Noble/Smashwords-, y eso no parece haber dañado su prestigio ni el de las autoras publicadas por la vía convencional.
Las acusaciones, a mi entender, no se sostenían. Menos aún en USA, donde este modelo de negocio lleva instalado varios años. Es obvio que para que una novela publicada por Harlequin Horizons -ahora DellArte Press- atraiga la atención de la casa matriz, las ventas tendrían que ser más que importantes. Y aunque, sin duda, hay personas crédulas, eso no convierte en estafas sus errores de juicio. Por otra parte, si una novela sin apoyos editoriales consigue tal repercusión ¿de qué manera estaría desprestigiando a las de las autoras publicadas por Harlequin? Los paquetes de publicación no son gratuitos, precisamente. ¿Que «diluye» la marca? Es posible, pero en todo caso sería una estrategia equivocada, no una estafa.
Imagínate mi sorpresa cuando hoy, verificando que el enlace de Harlequin Horizons que incluyo en esta entrada funcionara correctamente, veo que me redirecciona a la web de una empresa distinta, en la que no hay rastro de la palabra Harlequin en ninguna parte. Inmediatamente me puse a buscar información que explicara lo sucedido… y voilà, este artículo de Publishers Weekly despeja las dudas: fue la reacción de la RWA, que dejo a la alta plana de Harlequin «consternada», lo que los llevó a cambiar el nombre de la nueva división.
En fin… A riesgo de que parecer ingenua, diré que la alianza editorial me sigue pareciendo algo positivo -se llame como se llame-. Estoy convencida de que la diversidad nos enriquece, que la competencia no es una amenaza -todo lo contrario-, y que cuanto mayor sea el abanico de posibilidades a la hora de elegir, mejor.